La torre que desde finales del siglo XII impresionó a ingenieros y arquitectos dejó de moverse, según el ingeniero polaco Michele Jamiolkowski. “Ahora podemos decir que la torre no se moverá por lo menos en 300 años”.
Esto debido a que en 1990 un grupo de ingenieros anunció que la torre estaba tan inclinada que podía terminar derrumbándose si no se le ponía una solución.
Luego de esto, la torre fue cerrada al público y se hizo una convocatoria para encontrar una solución al problema.
Entre las propuestas más curiosas se encontraba una firma de ingenieros chinos que propusieron taladrar 10.000 orificios en la torre para hacer que esta perdiera peso, y otro proyecto que proponía crear una réplica al otro lado, para que la mantuviera firme.
Los primeros intentos de impedir la inclinación causaron un desplazamiento de 2 mm en una sola noche, es decir, el doble de lo que se mueve en un año, y en 1995 se inyectó nitrógeno líquido en la base de la torre para evitar que esta se moviera, pero esta siguió cediendo.
El ganador fue el proyecto más sencillo que consistía en sacar la tierra de debajo de la torre gradualmente (ya que la torre de Pisa está construida sobre un terreno arenoso sin aguas subterráneas), e ir enderezando la torre, lo cual fue conseguido en el año 2001, año en que terminó el proyecto.
La mejor forma de medir el éxito del proyecto es que la Torre de Pisa ya no es considerada como el edificio más torcido de la arquitectura mundial, ahora el título lo ostenta una pequeña iglesia en Alemania.